La pizza Margherita, un clásico italiano para disfrutar
Esta pizza Margherita, preparada con una masa casera a base de harina tipo 00, agua, levadura fresca y aceite de oliva, se realza con la mozzarella fundida, la salsa de tomate aromática y las hojas de albahaca fresca. Cada bocado representa el equilibrio perfecto entre una masa crujiente, la dulzura de los tomates y la frescura de la albahaca. Este gran clásico de la cocina italiana, fácil de preparar, es una invitación a disfrutar de un momento de convivencia alrededor de sabores auténticos.
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¿Origen de esta receta icónica?
La pizza Margherita nació en Nápoles, Italia, y refleja los colores de la bandera italiana: rojo por la salsa de tomate, blanco por la mozzarella y verde por la albahaca. Su éxito radica en la simplicidad y la calidad de sus ingredientes, combinados con una masa artesanal. Preparar esta receta en casa permite recrear la autenticidad de la cocina napolitana, inscrita en el patrimonio cultural inmaterial de la UNESCO.
Aquí tienes la receta detallada para hacer esta pizza emblemática con masa casera e ingredientes de calidad.
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Dificultad 2/5 Costo moderado Tiempo de preparación 20 min Tiempo de reposo 6 h Tiempo de cocción 15 min Vegetariana |
Porciones 3 Calorías 950 kcal Utensilios horno, bol, piedra para pizza, pala para pizza, cuencos, cuchillo, cuchara, paño Season todo el año |
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Masa Fharina tipo 00 500 g Agua 350 ml Levadura fresca 8 g Oleo de oliva 2 c. s. Sal 1 c. s. Relleno Salsa de tomate 300 g Mozzarella 250 g Albahaca fresca Oleo de oliva |
1 Prepara la masa. Diluye la levadura en un bol con agua a temperatura ambiente (alrededor de 20-25 °C). Mezcla suavemente hasta que se disuelva completamente y deja reposar 5 minutos para activar la levadura. Notarás una ligera capa espumosa en la superficie, lo que indica que la levadura está activa. En un bol grande, mezcla la harina con la sal. Agrega gradualmente el agua con la levadura, mezclando bien, luego añade el aceite de oliva. Amasa la masa sobre una superficie ligeramente enharinada durante unos 10 minutos (o en la batidora durante 8 minutos) hasta obtener una textura suave, flexible y ligeramente elástica. Forma una bola, colócala en un bol ligeramente aceitado, cúbrela con un paño o film plástico y deja reposar en un lugar cálido (25-30 °C) durante 6 horas. La masa debe duplicar su volumen.
2 Prepara la base. Precalienta tu horno a 250 °C. Si tienes una piedra para pizza, colócala en el horno para que se caliente al mismo tiempo. Una vez que la masa haya levado, desgasifica suavemente desde el bol. Divide la masa en tres partes iguales para formar tres bolas. Espolvorea ligeramente tu superficie de trabajo con harina para evitar que la masa se pegue. Toma una bola de masa y aplánala suavemente con los dedos desde el centro. Estira la masa hacia afuera para formar un disco redondo, dejando un borde ligeramente más grueso (el cornicione). Evita usar un rodillo para no aplastar las burbujas de aire en la masa.
3 Rellena la pizza. Con una cuchara, extiende una capa fina de salsa de tomate sobre cada disco de masa, evitando cubrir el cornicione. Corta la mozzarella en rodajas o trozos, luego escúrrela para limitar el exceso de humedad. Distribuye la mozzarella sobre la salsa de tomate. Espolvorea ligeramente con sal para realzar los sabores.
4 Cocina. Coloca la pizza en una bandeja para hornear o en una pala para pizza si usas una piedra precalentada. Hornea a 250 °C durante unos 15 minutos. Vigila la cocción: la masa debe estar dorada y ligeramente crujiente en los bordes, mientras que la mozzarella debe estar derretida y ligeramente dorada. Asegúrate también de que la base de la masa esté bien cocida y ligeramente dorada antes de sacar la pizza del horno.
5 Finaliza y sirve. Al sacar la pizza del horno, coloca algunas hojas de albahaca fresca directamente sobre la pizza aún caliente. Añade un chorrito de aceite de oliva virgen extra para un toque extra de brillo y sabor. Sirve inmediatamente, sola o acompañada de una ensalada verde. ¡Buen provecho!
Maridaje recomendado
Acompaña esta pizza con un vino tinto ligero como un Bardolino o un Chianti, para resaltar los sabores auténticos de Italia.